Por Jorge Humberto Hernández Pérez

Yurécuaro, Michoacán. 13 de marzo de 2025.- Se cumplen 20 años desde que el Museo Municipal Pentathlón Yurécuaro se estableció de manera “permanente” en el interior de la Casa de la Cultura Iorekuarhu. Sin embargo, en un sentido más estricto, el museo alcanzará sus 30 años de existencia el próximo 9 de julio de 2025, ya que fue abierto al público por primera vez en la citada fecha pero de 1995. Esta fecha fue establecida por el propio fundador del museo, el Maestro Raúl Rizo Navarro, en un artículo de su puño y letra publicado en El Heraldo de la Navidad en 2017.

Hablar del museo municipal de Yurécuaro es hablar del Maestro Raúl Rizo Navarro, el más grande guardián de la cultura prehispánica de nuestro municipio, quien en el año de 1977 fundó el Pentatlón Deportivo Militarizado de Yurécuaro, cuyos elementos, realizaron una serie de hallazgos arqueológicos accidentales, mientras realizaban sus excursiones o montaban campamentos en los alrededores de la extinta alberca de Monteleón. Esto los llevó en años posteriores a realizar expediciones con ése único fin, aumentando así la colección de la institución.

El éxito de dichas exploraciones fue tal, que para 1985 acondicionaron un salón en el cuartel del Pentatlón, localizado sobre la calle Benito Juárez. Ahí se exhibieron todas las piezas encontradas al público en general, hasta que el 9 de julio de 1995 con el apoyo del ayuntamiento en turno, se fundó el Museo Municipal de Yurécuaro.

En el año 2004, el Maestro Raúl Rizo Navarro elaboró un escrito solicitando al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), especialistas para llevar a cabo el registro adecuado de las piezas del museo. La solicitud tuvo una respuesta positiva, ya que, pocos meses después, un grupo de arqueólogos encabezados por Óscar Basantes arribó al municipio. Durante quince días, realizaron el registro de más de tres mil piezas. El propio maestro Raúl escribió sobre la vasta colección del museo municipal lo siguiente:

“El museo cuenta un sinfín de metates, morteros, lozas de basalto o de origen volcánico, de los periodos preclásico, postclásico, tardíos, tempranos y medios. Figurillas preclásicas de occidente, cerámicas diversas, cuchillos, puntas de flechas, navajas y prismáticas de obsidiana, tajadores de basalto, figuras de zoo y antropomorfas. En joyería se cuenta con cascabeles de cobre y bronce, collares de cuenta, conchas de coral, etcétera”.

Los tesoros del Museo Municipal de Yurécuaro fueron custodiados fervientemente por el profesor hasta el mes de noviembre de 2023, año en el que únicamente la muerte le obligó a desistir de su labor como guardián y protector de nuestro pasado prehispánico. Estas evidencias, recogidas con dedicación a lo largo de los años, nos permiten entrever una sociedad que, aunque ha quedado en gran medida en el olvido, sigue hablándonos a través de sus vestigios.

Si bien es loable que las autoridades de la Casa de la Cultura Iorekuarhu hayan recordado con cariño al Maestro Raúl y su legado, también es momento de reflexionar y corregir el rumbo que han tomado en los últimos años. Se debe tener mucho cuidado con cada una de las piezas que albergan, pues es bien sabido que algunas que antes formaban parte del museo ahora ya no están, bajo la excusa de que “eran falsas”.

Es cierto que el Maestro Raúl poseía algunas piezas artesanales a modo de ornamentación, pero esto no significa que una gran cantidad de ellas fueran falsas. Ahora bien, ¿qué autoridad en la materia está determinando la autenticidad de las piezas? ¿Qué especialista, historiador, antropólogo o arqueólogo está realizando esta clasificación? En su momento, el INAH hizo un listado completo y registró una considerable cantidad de piezas; incluso algunos arqueólogos del COLMICH también participaron en esta labor.

Las autoridades de la Casa de la Cultura deberían asesorarse mejor, solicitar el apoyo de especialistas en la materia y publicar todo lo que se ha hecho. Como dice el dicho: no hagan cosas buenas que parezcan malas, porque, a simple vista, pareciera que las piezas se están repartiendo en colecciones privadas.

Asimismo, sería prudente que, si se va a invitar a las escuelas a visitar el museo, las personas encargadas de la exposición tengan los conocimientos necesarios para hablar del tema: saber de dónde provienen las piezas, por qué hay piezas prehispánicas en el municipio, a qué civilización pertenecieron, entre otra información.

De acuerdo con testimonios de maestros, una de las explicaciones o argumentaciones más erróneas que se han dado recientemente en el museo es que las figurillas tienen formaciones extrañas porque representan “alienígenas o seres extraños de otras galaxias”.

Es momento de dejar atrás estas ideas y de no desmerecer a nuestros antepasados, como si no hubieran podido desarrollar una sociedad por sí mismos, sin la ayuda de civilizaciones superiores venidas de las estrellas. Bastaría con abrir un libro o hacer una búsqueda en internet para saber que estas figurillas son conocidas como “antropomorfas”, término derivado del griego anthropos (hombre) y morphos (forma).

Eran una representación de las deidades o seres mitológicos concebidos por las antiguas civilizaciones, tal como ocurrió en Mesopotamia, Grecia, Egipto y en este caso Mesoamérica. Ojalá los encargados lean este artículo y no lo tomen como un ataque sino como una crítica constructiva para esclarecer lo expuesto y mejorar en favor de la cultura, la educación y nuestro legado prehispánico.

Sería un acto de justicia y reconocimiento que el Museo Municipal de Yurécuaro lleve el nombre de su fundador, el Maestro Raúl Rizo Navarro. Su entrega y pasión por la conservación del patrimonio arqueológico del municipio lo convierten en una figura clave en la historia cultural de la región. Gracias a su iniciativa, esfuerzo y gestión, hoy Yurécuaro cuenta con un espacio dedicado a la preservación y difusión de su pasado prehispánico. Nombrar el museo en su honor no solo rendiría tributo a su legado, sino que también aseguraría que las futuras generaciones recuerden y valoren el trabajo de quien dedicó su vida a proteger nuestra historia.

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