
La importancia psicológica de la presencia de la madre trabajadora en los hijos
Por: Josman Espinosa Gomez
Durante décadas, la figura de la madre ha estado asociada principalmente al hogar y al cuidado exclusivo de los hijos. Sin embargo, con el paso del tiempo, la realidad ha cambiado: hoy en día, millones de mujeres alrededor del mundo combinan su rol como madres con el desempeño laboral fuera del hogar. Esta transformación ha generado múltiples interrogantes, entre ellos uno fundamental: ¿qué impacto tiene en el desarrollo psicológico de los hijos la presencia —o la ausencia relativa— de una madre trabajadora?
Este tema ha sido motivo de estudios, debates y preocupaciones tanto en el ámbito científico como en la vida cotidiana. Muchas madres sienten culpa por dejar a sus hijos al cuidado de otros mientras trabajan, mientras que otras se sienten realizadas al contribuir económicamente a su hogar y ejercer su profesión. En medio de todo esto, los niños observan, aprenden y se desarrollan. ¿Qué necesitan realmente de su madre? ¿Es la cantidad de tiempo o la calidad del vínculo lo que más influye en su salud emocional?
En esta columna exploraremos qué dice la psicología sobre el papel de la madre trabajadora en el bienestar emocional de los hijos, cómo influye su presencia en el desarrollo infantil y qué factores pueden hacer que esta experiencia sea positiva y enriquecedora para toda la familia.
La maternidad en tiempos modernos
El número de madres trabajadoras ha aumentado significativamente en las últimas décadas. Según datos del Pew Research Center, más del 70% de las madres con hijos menores de edad forman parte de la fuerza laboral en países como Estados Unidos. Este cambio no solo responde a necesidades económicas, sino también a una transformación social en la que las mujeres buscan autonomía, realización profesional y participación activa en todos los ámbitos.
Este nuevo escenario ha traído desafíos, tanto personales como sociales. Aún existen prejuicios que consideran que una “buena madre” es aquella que está en casa todo el tiempo, lo cual genera sentimientos de culpa y presión en muchas mujeres. Pero también ha abierto oportunidades para replantear los vínculos familiares, redistribuir responsabilidades y redefinir lo que significa estar presente para un hijo.
¿Qué necesita un niño emocionalmente?
Desde la psicología del desarrollo sabemos que los niños necesitan sentirse seguros, amados y validados. Esto no depende exclusivamente de que la madre esté físicamente presente todo el tiempo, sino de cómo se construye el vínculo afectivo. Un niño que sabe que su madre lo quiere, lo escucha, lo guía y lo acompaña emocionalmente, puede crecer con apego seguro incluso si ella trabaja fuera de casa muchas horas al día.
John Bowlby, creador de la teoría del apego, señaló que los vínculos afectivos tempranos son determinantes para el desarrollo emocional. Sin embargo, investigaciones más actuales han demostrado que no se trata de una “presencia constante”, sino de una “presencia sensible”: la capacidad de la madre (o figura principal de apego) para responder de manera empática, coherente y disponible a las necesidades emocionales del niño.
Esto quiere decir que una madre que trabaja puede establecer un apego seguro con su hijo si, al estar presente, se muestra conectada emocionalmente, disponible para dialogar, consolar y compartir experiencias.
La calidad del tiempo por encima de la cantidad
En un estudio longitudinal publicado en la revista *Child Development*, los investigadores descubrieron que el tiempo que los padres pasan con sus hijos no necesariamente se traduce en un mejor desarrollo emocional o cognitivo, si no va acompañado de calidad. En cambio, los momentos significativos —como las rutinas compartidas, los juegos, las conversaciones y las demostraciones de afecto— sí tienen un impacto positivo duradero.
Esto significa que una madre que trabaja y dedica momentos genuinos y atentos con sus hijos puede tener una influencia tan positiva (o más) que una madre que pasa todo el día en casa, pero emocionalmente ausente, frustrada o sin herramientas de crianza afectiva.
El poder del ejemplo
Los hijos no solo aprenden de lo que se les dice, sino, sobre todo, de lo que observan. Una madre trabajadora transmite valores importantes como la responsabilidad, la autonomía, el esfuerzo, la organización, la capacidad de superarse y el respeto por uno mismo. Estos modelos de conducta pueden tener un gran impacto en la autoestima y la motivación de los niños.
Cuando los hijos ven que su madre tiene un propósito, que contribuye al bienestar familiar y que se siente realizada profesionalmente, aprenden que es válido y positivo desarrollar sus propios talentos y buscar un equilibrio entre lo personal y lo laboral.
Eso sí, es fundamental que este ejemplo venga acompañado de una comunicación clara y afectiva. Es importante que los hijos comprendan por qué su madre trabaja, qué significa para ella y cómo eso no interfiere con el amor que siente por ellos.
Los desafíos emocionales para la madre
No podemos ignorar que muchas madres trabajadoras experimentan un alto nivel de estrés. La doble carga (laboral y doméstica) puede generar agotamiento, ansiedad, insatisfacción y culpa. Estos sentimientos no solo afectan su bienestar, sino que también pueden repercutir en la dinámica familiar.
Por eso es fundamental que las madres trabajadoras cuenten con redes de apoyo: parejas corresponsables, empleadores flexibles, familiares comprometidos o servicios de cuidado infantil de calidad. También es clave que puedan cuidar de su salud mental, expresar sus emociones y pedir ayuda cuando lo necesiten.
Una madre que se cuida emocionalmente puede estar más presente para sus hijos. Y estar presente no significa hacer todo, sino estar emocionalmente disponible y consciente.
El rol del entorno
La crianza no es una tarea individual. El entorno familiar, social y laboral juega un papel crucial. Un entorno que apoya, valida y respeta las decisiones de una madre favorece su bienestar y, por ende, el de sus hijos.
Los empleadores pueden contribuir ofreciendo horarios flexibles, licencias parentales adecuadas y espacios de conciliación. Las escuelas y comunidades pueden ayudar fomentando la inclusión, la comunicación con las familias y la comprensión de las distintas realidades familiares.
Cuando la sociedad deja de juzgar a las madres trabajadoras y empieza a apoyarlas, se crea un entorno más sano y justo para todos.
La presencia de una madre trabajadora no es un obstáculo para el desarrollo emocional saludable de los hijos. Por el contrario, puede ser una oportunidad valiosa para transmitir valores, fortalecer vínculos y fomentar la autonomía emocional de los niños.
Lo importante no es cuántas horas está la madre en casa, sino cómo se vive ese tiempo, cómo se construye el vínculo afectivo y qué mensajes emocionales se transmiten día a día.
La clave está en entender que la presencia emocional pesa más que la presencia física. Una madre que trabaja pero que abraza, escucha, comprende, pone límites y comparte momentos significativos con sus hijos está dejando una huella profunda y positiva en su desarrollo.
No se trata de ser perfectas ni de hacer todo, sino de ser lo suficientemente buenas, como diría el psicoanalista Donald Winnicott. Se trata de criar con amor, con consciencia y con equilibrio.
Sugerencias para madres trabajadoras
1. Valida tus emociones: Es normal sentir culpa, cansancio o dudas. No te juzgues por ello. Reconocer lo que sientes te permite gestionarlo mejor.
2. Dedica tiempo de calidad, aunque sea poco: Escucha a tus hijos, míralos a los ojos, juega con ellos, pregúntales cómo se sienten. No necesitas estar todo el día para ser significativa en su vida.
3. Comunica con claridad y amor: Explícales por qué trabajas, qué haces y cuánto los amas. Los niños comprenden más de lo que creemos.
4. Cuida de ti misma: No puedes cuidar de otros si estás emocionalmente desgastada. Prioriza tu descanso, busca espacios para ti y no tengas miedo de pedir ayuda
5. Fomenta la corresponsabilidad en casa: Si tienes pareja, distribuyan las tareas de manera equitativa. Los hijos también pueden participar según su edad. Esto crea un ambiente más justo y armónico.
6. Apóyate en redes sociales o comunitarias: Vecinas, abuelas, tías, amigas, centros comunitarios. La crianza compartida reduce el estrés y fortalece los vínculos.
7. Revaloriza tu rol como ejemplo: Tus hijos aprenden de ti más de lo que imaginas. Mostrarles que una mujer puede ser madre y profesional es un regalo para su visión del mundo.
8. No te compares con otras madres: Cada familia tiene su realidad. Lo que importa es lo que funciona para ti y tus hijos, no lo que dicta la sociedad o las redes sociales.
9. Busca apoyo psicológico si lo necesitas: La salud mental es una prioridad. Hablar con un terapeuta puede ayudarte a encontrar equilibrio y herramientas emocionales.
10. Confía en tu capacidad: Ser madre trabajadora no te hace menos madre. Te hace una mujer que ama, lucha, se esfuerza y educa desde el ejemplo. Y eso es profundamente valioso.
En tiempos donde el rol materno se transforma, recordemos que lo esencial no está en la cantidad de horas, sino en la calidad del vínculo. Los hijos necesitan madres presentes, sí, pero sobre todo emocionalmente disponibles, seguras de sí mismas y en paz con su elección de vida.
Tu trabajo no te aleja de tus hijos. Tu amor, tu mirada y tu escucha los mantiene cerca, aún en la distancia. Y eso, psicológicamente, es lo que más cuenta.

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