
El lugar del padre en la crianza positiva: Una presencia psicológica insustituible
Por: Josman Espinosa Gómez
Durante décadas, la figura paterna fue reducida a un papel secundario en la crianza: proveedor económico, figura de autoridad, o incluso el “castigador” que sólo intervenía cuando las cosas se salían de control. Esta visión limitada dejó de lado una verdad esencial que hoy la ciencia psicológica confirma con contundencia: el padre tiene un impacto psicológico profundo en el desarrollo emocional, social y cognitivo de sus hijos.
En el contexto actual, donde los modelos de familia se diversifican y la corresponsabilidad parental cobra fuerza, urge rescatar y visibilizar el papel activo, afectivo y cercano del padre en la crianza. Esta transformación no solo responde a un ideal de igualdad, sino a una necesidad emocional y evolutiva en los niños y niñas. La crianza positiva, entendida como un modelo que prioriza el afecto, los límites respetuosos y la comunicación empática, no puede ser sostenida por una sola figura. La presencia del padre no es un lujo ni un complemento, es un factor protector y un pilar en el bienestar infantil.
Esta columna se propone explorar, desde una perspectiva psicológica y con base en estudios recientes, por qué la presencia activa del padre es vital para una crianza positiva, cómo esta presencia transforma la dinámica familiar y qué podemos hacer como sociedad para favorecerla.
1. De la figura autoritaria al vínculo emocional
Hasta no hace mucho, la psicología infantil se centraba principalmente en el rol materno. La madre era vista como la única figura relevante en los primeros años de vida, mientras que el padre quedaba en un plano distante, a veces casi simbólico. Sin embargo, investigaciones de las últimas dos décadas han demostrado que el padre tiene una influencia única y complementaria al rol materno, no solo en el desarrollo afectivo del niño, sino también en su autoestima, capacidad de autorregulación, resolución de conflictos y habilidades sociales.
Un metaanálisis publicado en Developmental Psychology (2016) mostró que los niños con padres emocionalmente disponibles y participativos tienen menos problemas de conducta, mejor rendimiento académico y mayores niveles de bienestar psicológico. Esto se explica, en parte, porque el padre aporta estilos de juego, lenguaje y resolución de problemas distintos a los de la madre, enriqueciendo así el entorno emocional del niño.
Cuando un padre establece un vínculo emocional cálido, sensible y disponible, el niño internaliza un modelo de relación basada en la confianza y el respeto mutuo. Este vínculo actúa como una base segura desde la cual explorar el mundo, aprender a gestionar las emociones y construir relaciones saludables.
2. Crianza positiva: más que estar presente, es estar disponible
La crianza positiva no se trata únicamente de evitar castigos físicos o gritos, sino de cultivar una relación donde el niño se sienta visto, comprendido y valorado. Para que esto ocurra, no basta con que el padre esté físicamente en casa; se requiere una presencia emocional activa, donde se escuche, se acompañe, se guíe con paciencia y se validen las emociones del hijo.
Aquí entra en juego un concepto clave: la disponibilidad emocional del padre. Un padre emocionalmente disponible es aquel que no evade la ternura, que sabe escuchar sin juzgar, que reconoce cuando su hijo necesita consuelo o límites, y que puede mostrar vulnerabilidad sin sentir que pierde autoridad. Esta disponibilidad emocional no es innata, sino que se aprende y se ejercita, muchas veces desafiando estereotipos de género que aún persisten en nuestra cultura.
Un estudio longitudinal de Harvard (Grant Study, 1938-2010) concluyó que uno de los mejores predictores de la salud emocional en la adultez era haber tenido una relación cercana y segura con el padre durante la infancia. Esto revela que el legado emocional del padre no se limita a la infancia, sino que deja huellas que atraviesan toda la vida.
3. El padre como modelo emocional y ético
En una crianza positiva, el padre también cumple un rol crucial como modelo de conducta. Los niños no solo aprenden lo que se les dice, sino sobre todo lo que se les muestra. Un padre que pide perdón cuando se equivoca, que habla de sus emociones, que trata con respeto a su pareja y que se involucra en las tareas del hogar está enseñando, sin decirlo, valores de empatía, corresponsabilidad y resolución pacífica de los conflictos.
Especialmente en el caso de los hijos varones, el modelo de masculinidad que ofrece el padre puede marcar la diferencia entre reproducir patrones de violencia o desarrollar una identidad basada en el respeto y el autocuidado. Y en el caso de las hijas, una figura paterna afectuosa y confiable puede fortalecer su autoestima y su capacidad de establecer relaciones sanas en el futuro.
Este modelaje también incluye la capacidad del padre para poner límites sin recurrir a la humillación o el castigo. En la crianza positiva, los límites no se oponen al amor, sino que son una expresión de él. Cuando un padre es firme pero amoroso, cuando explica las razones detrás de una norma y valida las emociones del niño, está enseñando habilidades de autorregulación emocional que serán esenciales a lo largo de toda la vida.
4. Obstáculos culturales y estructurales
A pesar de esta evidencia, muchos padres aún enfrentan barreras para involucrarse plenamente en la crianza. Algunas son internas, como el temor a “hacerlo mal”, la creencia de que las emociones no son parte de su rol, o la falta de modelos masculinos afectivos en su propia infancia. Otras son externas y estructurales: jornadas laborales extenuantes, escasa licencia de paternidad, falta de apoyo social o prejuicios que siguen idealizando a la madre como única cuidadora válida.
Para cambiar esta realidad, es urgente no solo ofrecer herramientas psicológicas a los padres, sino también transformar las condiciones sociales que les impiden estar presentes. La corresponsabilidad parental debe ir acompañada de políticas públicas que respalden el derecho de los niños a tener padres emocionalmente disponibles.
Sugerencias para una paternidad positiva
A continuación, algunas ideas prácticas para promover una paternidad activa y emocionalmente conectada:
1. Validar las emociones, incluso las propias
No temas mostrar ternura, tristeza o duda frente a tus hijos. Ellos no necesitan padres perfectos, sino reales. Cuando un padre valida sus propias emociones, enseña que sentir no es una debilidad, sino una fortaleza humana.
2. Escuchar sin interrumpir ni juzgar
Muchos padres caen en la trampa de querer “arreglar” de inmediato los problemas de sus hijos. A veces lo único que necesitan es sentirse escuchados. Practica la escucha activa: haz pausas, míralos a los ojos, repite con tus palabras lo que te dijeron para que sepan que los comprendes.
3. Establecer rutinas compartidas
Crear momentos de conexión cotidiana —como leer juntos antes de dormir, cocinar los fines de semana, o jugar sin distracciones— fortalece el vínculo y transmite estabilidad emocional.
4. Buscar apoyo y formación
La paternidad no tiene que vivirse en soledad. Participa en talleres, busca lecturas, conversa con otros padres. La crianza positiva es una construcción colectiva.
5. Cuidarse para poder cuidar
Un padre agotado o emocionalmente desconectado difícilmente podrá estar presente para sus hijos. El autocuidado no es egoísmo, es responsabilidad afectiva. Dormir bien, tener espacios personales y pedir ayuda cuando se necesita son formas de cuidar también a los hijos.
La presencia del padre en la crianza no es una cuestión de moda ni de corrección política. Es una necesidad psicológica profunda que impacta directamente en la salud emocional y el desarrollo integral de los hijos. Lejos de ser secundarios o prescindibles, los padres tienen un poder transformador cuando deciden implicarse desde el afecto, la escucha y la corresponsabilidad.
En el mundo de la crianza positiva, donde se prioriza el respeto, el diálogo y el vínculo seguro, el padre tiene un lugar insustituible. Hoy más que nunca, necesitamos padres que abracen su rol con valentía y ternura, que se dejen afectar por el amor que reciben, y que entiendan que su presencia no solo cambia la vida de sus hijos, sino también la suya.
Transformar la paternidad es una tarea cultural, educativa y emocional. No hay recetas únicas, pero sí hay una certeza: los niños que crecen con un padre presente, amoroso y comprometido tienen más posibilidades de convertirse en adultos empáticos, resilientes y felices.

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