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¿Cuándo darle un celular a tu hijo? Una decisión con valor psicológico

Por: Josman Espinosa Gómez

En la actualidad, los teléfonos celulares forman parte esencial de nuestra vida diaria. Son herramientas multifuncionales que van mucho más allá de hacer llamadas: permiten conectarse con otros, acceder a información, entretenerse y organizar la rutina. Frente a esto, muchas madres, padres y cuidadores se preguntan: ¿A qué edad debo darle un celular a mi hijo? ¿Es bueno o malo? ¿Qué consecuencias puede tener?

Esta decisión no es menor ni debe tomarse a la ligera, ya que no se trata solo de una cuestión económica o tecnológica, sino también psicológica, emocional y educativa. Entregar un teléfono celular a un niño o adolescente puede representar un avance en su autonomía y responsabilidad, o, por el contrario, convertirse en una puerta abierta a la sobreexposición, la dependencia digital o incluso a situaciones de riesgo.

En esta columna exploraremos, desde una perspectiva psicológica y de desarrollo humano, por qué esta decisión requiere reflexión, cuál es la mejor edad para considerar este paso, qué beneficios puede traer si se maneja adecuadamente y qué riesgos existen si se hace sin preparación ni límites. También ofreceremos sugerencias prácticas para que madres, padres y cuidadores puedan tomar decisiones más informadas, conscientes y responsables.

1. El celular como herramienta de desarrollo (o no)

En primera instancia, es necesario reconocer que un teléfono móvil puede convertirse en un recurso útil si se entrega con propósito, acompañamiento y límites. Su utilidad no está en duda: permite mantener comunicación entre padres e hijos, especialmente cuando estos ya se movilizan solos; puede ser usado como herramienta educativa, organizador personal, medio para buscar información o incluso canal de expresión creativa. Sin embargo, no es el objeto en sí lo que determina su impacto, sino el uso que se le da y el momento en que se introduce en la vida del menor.

Desde el punto de vista del desarrollo infantil, es importante considerar que las funciones ejecutivas —es decir, la capacidad de autorregularse, planificar, controlar impulsos, manejar la atención— no se terminan de consolidar hasta bien entrada la adolescencia. Un niño de 8 o 10 años aún está construyendo estas habilidades, por lo que entregarle un dispositivo con acceso ilimitado a internet, redes sociales o juegos en línea puede ser prematuro y contraproducente.

2. ¿A qué edad es recomendable?

No existe una edad mágica ni universal. Cada niño es diferente, cada contexto familiar también. No obstante, organismos internacionales como la *American Academy of Pediatrics* recomiendan evitar el uso de dispositivos móviles personales (como celulares) antes de los 12 años, a menos que se utilicen con fines muy específicos, bajo supervisión y con funciones limitadas.

Entre los 12 y 14 años, la mayoría de los adolescentes ya ha desarrollado ciertas habilidades que le permiten empezar a gestionar responsabilidades. Sin embargo, esto no implica que estén listos para tener acceso ilimitado a todo el contenido que ofrece un celular inteligente. Por tanto, más que la edad cronológica, lo fundamental es evaluar la madurez emocional del menor, su capacidad para seguir normas, su nivel de autorregulación y la relación de confianza que tenga con los adultos que lo guían.

3. El valor simbólico del primer celular

Para muchos niños, recibir su primer celular representa algo más que un objeto: es un símbolo de crecimiento, independencia y confianza. Psicológicamente, puede ser un momento clave en el proceso de transición hacia la adolescencia. Si se maneja adecuadamente, este paso puede reforzar el sentido de responsabilidad, la autoestima y la construcción de la identidad.

Sin embargo, también puede producir efectos negativos si el teléfono se convierte en sustituto de la presencia parental, en vía de escape para lidiar con emociones difíciles o en fuente constante de dopamina (por el uso excesivo de redes, juegos y videos). En estos casos, el celular pierde su valor simbólico positivo y se convierte en una herramienta de evasión, aislamiento o incluso adicción.

4. Beneficios potenciales

Cuando se entrega un celular con orientación y supervisión, se pueden fomentar habilidades importantes:

* Autonomía:** permite que el niño o adolescente organice su tiempo, coordine actividades y gestione sus responsabilidades.

*Conectividad positiva:** fortalece la comunicación familiar, especialmente en situaciones de separación física.

* Acceso a información:** usado con criterio, puede ser una puerta al conocimiento, al aprendizaje autodirigido y a la curiosidad.

* Expresión creativa:** muchos jóvenes utilizan sus teléfonos para tomar fotos, escribir, crear contenido audiovisual o explorar intereses personales.

* Inclusión social:** en ciertos grupos de edad, tener un celular puede evitar el aislamiento y facilitar la pertenencia.

5. Riesgos y consecuencias psicológicas

Por otro lado, si se da acceso sin preparación o supervisión, pueden aparecer efectos negativos:

* Sobreestimulación y dificultad de concentración:** el acceso ilimitado a contenido rápido puede afectar la atención sostenida y la tolerancia a la frustración.

* Problemas de sueño:** la exposición nocturna a pantallas altera el ritmo circadiano y dificulta el descanso reparador.

* Aislamiento social:** paradójicamente, el uso excesivo puede limitar la interacción cara a cara con otros niños y adultos.

* Comparación y autoestima baja:** el acceso temprano a redes sociales puede exponer a los niños a modelos poco realistas de belleza, éxito o felicidad.

* Ciberacoso, sexting, grooming:** son riesgos reales que requieren información, prevención y diálogo constante.

* Adicción digital:** el uso compulsivo del teléfono puede interferir con las rutinas, las responsabilidades y el bienestar general.

Sugerencias prácticas para madres, padres y cuidadores

1. Evalúa la madurez, no solo la edad

Antes de decidir, pregúntate:

* ¿Tu hijo sigue instrucciones básicas sin necesidad de que se lo repitas constantemente?

* ¿Es capaz de manejar emociones como frustración, enojo o aburrimiento sin recurrir a dispositivos?

* ¿Tiene hábitos consolidados de estudio, sueño, alimentación y juego físico?

* ¿Entiende la diferencia entre lo público y lo privado en internet?

Si la mayoría de las respuestas es sí, es posible que esté listo para comenzar con un uso gradual.

2. Define el propósito

No se trata de darle un celular “porque todos lo tienen”, sino de establecer para qué lo necesita:

* ¿Es por seguridad cuando regresa solo a casa?

* ¿Para comunicarse con familiares lejanos?

* ¿Para tareas escolares o actividades extracurriculares?

Definir el propósito ayuda a delimitar las funciones y aplicaciones que estarán disponibles.

3. Establece normas claras

Desde el inicio, se debe hablar de límites:

* Horarios de uso (no durante comidas, ni en la noche).

* Espacios libres de tecnología (dormitorios, baños, reuniones familiares).

* Tipo de aplicaciones permitidas.

* Consecuencias si no se respetan los acuerdos.

Este contrato psicológico (idealmente por escrito) debe ser revisado periódicamente.

4. Acompaña y conversa

El celular no debe ser entregado sin acompañamiento. Es fundamental:

* Hablar sobre los riesgos de internet, incluyendo el ciberacoso y los contactos desconocidos.

* Promover un espacio de confianza donde el hijo pueda compartir si algo lo incomoda.

* Supervisar el uso al inicio, no como un castigo, sino como una forma de guía.

5. Da el ejemplo

Los adultos también deben revisar su propio uso del celular. No se puede pedir a un niño que no lo use en la mesa si los padres están revisando correos durante la cena. El modelado es más poderoso que cualquier norma.

6. Escoge opciones graduales

Si aún no está preparado para un teléfono inteligente completo, hay opciones intermedias:

* Celulares solo para llamadas y mensajes.

* Dispositivos con aplicaciones restringidas.

* Funciones de control parental que permiten a los adultos ver y limitar el contenido.

7. Revisa y ajusta

La relación entre tu hijo y su celular debe revisarse de forma constante. Observar cómo cambia su comportamiento, su estado emocional o su desempeño escolar te dará pistas sobre si el uso está siendo saludable o no. No temas dar pasos atrás si es necesario.

Darle un celular a un hijo no es una cuestión técnica ni una simple compra: es una decisión con implicaciones psicológicas profundas. Puede ser una oportunidad para fomentar la autonomía, la responsabilidad y la confianza, o puede convertirse en una fuente de conflicto, aislamiento y dependencia si no se maneja adecuadamente.

La clave está en el acompañamiento, el diálogo, la supervisión y, sobre todo, en el amor consciente. No se trata de prohibir ni de regalar sin límites, sino de educar para un uso saludable y equilibrado de la tecnología. Un celular, en manos de un niño con criterio y guía, puede ser una herramienta para crecer; en manos de un niño sin acompañamiento, puede convertirse en un riesgo para su salud emocional.

Como adultos, tenemos la responsabilidad de preparar a nuestros hijos no solo para saber usar un dispositivo, sino para enfrentar el mundo digital con pensamiento crítico, empatía y equilibrio. Eso empieza con nuestra presencia, nuestra palabra y nuestro ejemplo.

¿Y tú, ya tuviste esa conversación con tu hijo?

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