
Por: Josman Espinosa Gómez
En muchas familias, las abuelas ocupan un lugar que va más allá del cariño y la ternura: son el pilar silencioso que sostiene rutinas, apoya en emergencias y brinda un amor incondicional a sus nietos. Sin embargo, ese amor puede ser puesto a prueba cuando los hijos —padres de esos nietos— empiezan a pedir cada vez más ayuda para que las abuelas se encarguen del cuidado. Al principio, todo parece una solución práctica y hasta natural: “Mamá, ¿puedes quedarte con los niños un rato?”. Pero con el tiempo, ese “rato” se convierte en horas, luego en días, y en algunos casos, en una responsabilidad casi permanente.
El problema surge cuando se rompe el equilibrio: las abuelas ceden una y otra vez, y los hijos se acostumbran. Y cuando llega el momento en que la abuela dice “no” —porque tiene sus propios planes, su salud no se lo permite o simplemente quiere descansar—, la respuesta de los hijos es enojo, frustración o incluso reproches. Esta dinámica no solo genera conflictos familiares, sino que también puede tener un impacto psicológico profundo tanto en las abuelas como en los hijos y, de manera indirecta, en los nietos.
En esta columna exploraremos por qué se produce este fenómeno, cuáles son sus efectos emocionales, cómo influye en las relaciones intergeneracionales y qué estrategias saludables pueden implementarse para establecer límites claros y justos.

1. El amor de abuela y el riesgo de sobrecarga
Las abuelas suelen ser figuras protectoras y generosas. En su rol, experimentan la satisfacción de cuidar, mimar y estar presentes en la vida de sus nietos. Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, este vínculo fortalece la identidad familiar y aporta beneficios emocionales a ambas partes.
Sin embargo, el amor y la disposición pueden convertirse en un terreno donde los límites se diluyen. Las abuelas, al querer ayudar, pueden sentir culpa si se niegan, miedo a que los hijos se molesten o incluso creencia de que es “su deber” ayudar siempre. Esto, a la larga, puede llevar a una sobrecarga emocional y física, especialmente si el cuidado de los nietos implica actividades extenuantes, horarios prolongados o responsabilidades constantes.
2. La habituación de los hijos: cuando la ayuda deja de ser excepcional
Desde la psicología del comportamiento, cuando una conducta (pedir ayuda) recibe una respuesta positiva repetidamente (la abuela acepta), se refuerza y tiende a repetirse con mayor frecuencia. Esto se llama refuerzo positivo. El problema aparece cuando ese patrón se establece como norma: los hijos dejan de percibir la ayuda como un favor y la asumen como un derecho adquirido.
Cuando la ayuda deja de ser ocasional y se convierte en obligación, el vínculo se contamina con expectativas unilaterales. En otras palabras, la dinámica cambia de “mamá me ayuda porque puede y quiere” a “mamá debe ayudarme siempre que lo necesito”.
3. El enojo ante el “no”: raíces psicológicas
¿Por qué algunos hijos reaccionan con enojo cuando la abuela dice que no? Varias causas psicológicas pueden explicarlo:
- Dependencia emocional y práctica: si los hijos han organizado su vida confiando en que la abuela siempre estará disponible, un “no” rompe su sistema de apoyo, lo que genera frustración.
- Creencias culturales: en algunos contextos culturales, se espera que las abuelas tengan un rol activo y constante en la crianza, lo que dificulta que el “no” sea aceptado sin conflicto.
- Falta de empatía: la costumbre puede hacer que los hijos olviden que las abuelas tienen su propia vida, deseos y limitaciones.
- Visión jerárquica familiar: algunos adultos mantienen la idea de que los padres (ahora abuelos) están “obligados” a ayudar sin cuestionar sus necesidades.
4. Impacto psicológico en las abuelas
Cuando una abuela siente que su ayuda ya no es valorada, sino exigida, pueden aparecer diversas consecuencias:
- Cansancio emocional: agotamiento derivado de cuidar constantemente sin suficiente descanso.
- Estrés y ansiedad: preocupación por cumplir expectativas o temor a que la relación con los hijos se deteriore.
- Pérdida de autonomía: sensación de que sus propios planes y deseos quedan relegados.
- Resentimiento: acumulación de incomodidad que, si no se expresa, puede explotar en conflictos familiares.
Además, desde el punto de vista de la salud física, la sobrecarga en personas mayores puede agravar problemas preexistentes o generar nuevas dolencias, como dolores musculares, fatiga crónica o alteraciones del sueño.
5. Impacto psicológico en los hijos
Curiosamente, los hijos también se ven afectados. La dependencia excesiva de la abuela puede generar:
- Poca tolerancia a la frustración: al no recibir un “no” con frecuencia, se dificulta aceptar límites en otros ámbitos de la vida.
- Pérdida de autonomía parental: delegar en exceso el cuidado de los hijos puede debilitar las habilidades y la seguridad en su propio rol como padres.
- Conflictos de pareja: la organización familiar basada en la disponibilidad de la abuela puede provocar tensiones cuando esa ayuda ya no está.
6. Impacto en los nietos
Aunque muchas veces no se menciona, los nietos también perciben estas dinámicas. Cuando ven a sus padres molestos con la abuela por no cuidarles, pueden:
- Sentir culpa por ser la causa indirecta de la discusión.
- Aprender modelos de relación desequilibrada, donde un miembro da y otro exige sin reciprocidad.
- Desarrollar confusión sobre los límites y el respeto hacia los mayores.
7. Factores culturales y generacionales
En sociedades donde la familia extensa es valorada como núcleo de apoyo, el cuidado de los nietos por parte de las abuelas se ve como algo natural y esperado. Sin embargo, la realidad actual —con ritmos laborales exigentes, familias monoparentales y distancias físicas más cortas gracias a la tecnología— ha intensificado esta expectativa, a veces sin un diálogo previo ni acuerdos claros.
En generaciones anteriores, los abuelos estaban más integrados en la crianza cotidiana, pero también tenían menos demandas externas. Hoy, muchas abuelas están activas laboralmente, tienen vida social propia, proyectos personales o problemas de salud que limitan su disponibilidad.
8. El papel del límite como acto de amor
Desde la psicología positiva y la teoría de los límites saludables, decir “no” no es un acto de egoísmo, sino de autocuidado y preservación del vínculo. Un límite bien comunicado protege tanto a quien lo pone como a quien lo recibe. En este contexto, que una abuela diga “no puedo” o “hoy no me es posible” es una forma de enseñar a sus hijos y nietos el respeto mutuo, la empatía y la independencia.

Sugerencias para establecer límites saludables
- Conversar antes de que el problema crezca
No esperar a que el resentimiento se acumule. Hablar abiertamente sobre la disponibilidad, las condiciones y los límites desde el inicio. - Definir horarios y frecuencia
Establecer días y horas en que la abuela puede ayudar, de forma que los hijos puedan organizarse y no dependan de una disponibilidad total. - Usar el “no” como parte de la normalidad
Incluirlo en la dinámica para que los hijos se acostumbren a que no siempre será posible recibir ayuda. - Recordar que el cuidado de los nietos es una opción, no una obligación
La responsabilidad principal es de los padres. La ayuda de los abuelos es un complemento valioso, pero no un deber. - Cuidar la salud física y emocional
Priorizar el descanso, las actividades propias y las necesidades médicas de la abuela. - Fomentar la autonomía en los hijos
Animarles a buscar otras soluciones: guarderías, intercambio de cuidado con otros padres, ajustes de horarios laborales. - Explicar a los nietos la situación de forma positiva
Decirles que la abuela los quiere, pero que también necesita tiempo para sí misma, para que comprendan que el límite no es rechazo. - Buscar apoyo externo si es necesario
Si el conflicto escala, considerar la mediación familiar o incluso orientación psicológica para manejar las emociones implicadas.
Los límites de los abuelos no son muros que separan, sino puentes que permiten que las relaciones se mantengan sanas. Cuando los hijos piden demasiado y las abuelas siempre ceden, se corre el riesgo de dañar no solo el bienestar de la abuela, sino el equilibrio familiar completo. Aprender a decir “no” y a recibirlo con respeto es una lección que fortalece la empatía, la autonomía y la calidad del vínculo entre generaciones.
El amor de una abuela es un regalo, no un recurso inagotable. Respetar sus tiempos y su vida es, en última instancia, una forma de cuidar también a los nietos, porque crecerán viendo un ejemplo de relaciones basadas en el respeto mutuo y la gratitud.

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